El lunes 15 de febrero yo estaba super deprimida. Valentina seguía sin dar muestras de querer salir y la amenaza de que el miércoles, en monitores, me dijeran que me inducían el parto estaba ahí, latente y cada vez más cercana.
El sábado 13 ya tuve una primera desilusión, pasé la noche con unos dolores muy fuertes, como de regla pero más bestias y también de riñones. Llevamos a Galleta a casa de la madre de Vimbrio por si teníamos que salir corriendo hacia el Materno, pero se quedó ahí la cosa, el domingo por la mañana amanecí sin ninguna sensación nueva.
Pues, volviendo a la noche del lunes, me acosté como de costumbre y dormí casi del tirón y sin ninguna molestia. Por la mañana, el martes, a eso de las 9-9:30, me volví a notar los mismos dolores que el sábado, pero esta vez no eran continuos, si no que venían y se iban cada ciertos minutos.
Aquello no paraba, pero yo aún estaba tranquila porque no bajaban de los 20 minutos, hasta que, de repente, noté una contracción a los 5 minutos de la anterior. Luego volvieron a venir cada 20-25 minutos. Luego otra a los 5 y tan fuerte que me levanté corriendo de la cama para vestirme, pero pararon y volvieron a venir a los 20-25.
Y pensé que mejor me iba a comprar el pan y a pegarme un buen desayuno por si acaso me ponía de parto y no me dejaban comer nada y eso hice. Terminada de desayunar, cogí mi bolso y la carpeta con todos los papeles acumulados a lo largo del embarazo, pillé un taxi y me fui para el Materno.
Tan convencida estaba que me mandarían de nuevo para casa que no dejé que Vimbrio se viniera del trabajo... Ay qué equivocada estaba!!
Cuando me exploró la médica y me dijo "estás dilatada de 6 cm y ya vas para paritorio" me dio tal ataque de risa que tanto la médica como la matrona se hincharon de reir.
Ahora sí que llamé a Vimbrio y qué punto decirle eso de "que estoy de parto!!!!!!"
Me llevaron directamente a un paritorio y ahí comenzó una de las experiencias más fuertes y emocionantes de toda mi vida y, aún así, me sorprende la tranquilidad y serenidad que mantuve todo el tiempo, jamás de los jamases lo habría creído.
Hasta los 8 centímetros he de decir que aguanté muy bien el dolor y sin epidural, de hecho me estaba pensando pedirla o no, porque aunque dolorosas, las contracciones eran muy soportables, pero entonces vieron que a la niña le costaba encauzar la recta final y decidieron ponerme oxitacina y eso fue horrible.
¡Qué dolores más grandes! como que a la segunda contracción me faltó tiempo de pedir la epidural. Me la prepararon y la médica que me la iba a poner no hacía más que decir que con 8 cm ya no me iba a hacer efecto y que no me iba a servir para nada, pero yo en mis trece y a pesar de que me tuvieron que pinchar 3 veces (resulta que tengo la columna ladeada) yo seguía con la epidural en la cabeza.
Ay, la epidural!! qué invento más maravilloso!!
Casi inmediatamente empecé a notar un calorcito la mar de agradable por los pies y al poco rato notaba las ganas de achuchar, pero nada de dolor, así da gusto parir. A todo esto ya eran las 7 de la tarde y el parto no llegaba a su final. La pequeña no estaba bien colocada, así que a partir de ese momento, no podía empujar por mucho que me lo pidiera el cuerpo, el trabajo tenía que hacerlo mi niña. Pero mi niña seguía mal posicionada, así que ya tuvieron que meterme mano en serio, recolocarla, hacerme empujar, un médico me ayudaba a eso echándose sobre mi barriga...
Ya sí debía empujar con ganas (por cierto que me dijeron que empujaba muy bien y que era buena paridora). En los últimos empujones el riesgo fue potencial porque mi niña llevaba ya mucho rato en el canal del parto y había que actuar con rapidez. Empezaron a entrar médicos a porrillo, la niña nacía ya sí o sí. Iban a usar el vacuo, que es como un embudo que se coloca en la cabecita del bebé y Vimbrio tuvo que salir del paritorio, también me hicieron la episotomía y se produjo desgarro además. Nada de eso fue doloroso para mí, gracias a la epidural.
Dos empujones más y a las 21:15 de la noche, escuché como gritaban "avisad al padre" y vi como me colocaban a Valentina, sucia y con el cordón umbilical sobre mi cuerpo y la emoción que había estado bajo control hasta ese momento se desbordó, no hay experiencia que iguale a esa.
Mi niña recién nacida era sonrosadita y tenía la cara más bonita que he visto nunca. Por fin la teníamos en brazos y en el mundo, sana y espabilada (nació con los ojos abiertos y mirando para todos lados).
Visto en perspectiva he tenido mucha suerte con mi embarazo y con mi parto, pero ahora viene la cuarentena... bueno, eso mejor para otro momento, que a Valentina le toca baño.
Que ganas tengo de bajar a veros, vamos a ver que día logro pillar un tren barato en cuanto cobre y voy en exclusiva a veros (porque hasta verano no tengo vacaciones, esta semana santa me la paso en Madrid)
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