El último día de viaje, por la mañana, estuvo dedicado a Triana y a ver sus imágenes de semana santa, que, de tanto verlas por la tele, me hacía ilusión verlas en personas.
Aparcamos el coche donde Cristo dio las tres voces y nos fuimos hacia el barrio flamenco por antonomasia.
Primera parada: el Cachorro, que siempre me ha parecido un crucificado impactante.
Y la virgen del Patrocinio, que es preciosa:
Si me equivoco con los nombres, lo siento, pero no soy muy experta en semana santa sevillana.
Seguimos andando buscando la calle Pureza y dimos con otra iglesia, creo que aquí se encuentra la virgen de la O.
En la calle san Jacinto (que tiene una vida impresionante) nos encontramos con la cofradía de la Estrella. La capilla es muy pequeña pero estaba llenita de gente, por lo visto es una cofradía con mucha solera en Triana.
Por cierto que al entrar me di un repullo de aúpa porque tienen una escultura de Juan Pablo II que parece que está ahí sentado de verdad.
Y por fin nos encaminamos a calle Pureza, calle típica donde las haya, llena de tabernas y balcones enrejados, preciosa.
Fuimos a la capilla de los Marineros, pero no estaba la Esperanza de Triana, se encontraba en Santa Ana (dos veces que he estado en Triana para ver a esta virgen, dos veces que he tenido que verla en Santa Ana)
Salimos de Triana camino de Sevilla, quería ver la plaza de la Encarnación y buscar la hermandad de los Gitanos por encargo de mi hermana.
Y la verdad es que fue ardua la tarea.
La plaza de la Encarnación tardamos mucho en dar con ella (ayer me di cuenta de que estaba a solo 2 minutos de la Campana), pero los Gitanos fue cosa imposible.
La plaza de la Encarnación no deja indiferente a nadie, es rompedora y original, aunque choca verla, no me llega a desagradar del todo.
Habíamos tardado mucho en dar con la dichosa plaza y ya era hora del papeo, así que pillamos un taxi (el cansancio de tantos días andando para arriba y para abajo hacía ya mella) y nos fuimos para Triana, a la taberna Santa Ana que hace esquina con calle Pureza y que ponen muy buenas tapas y se está muy requetebien.
Y ya, de ahí, seguimos paseando por Sevilla, pero el cansancio era demasiado grande y hacía 32 grados y me dio un bajón muy fuerte, no podía caminar y el coche estaba en la quinta puñeta.
Paramos en una cafetería y, después de un café, me recuperé bastante, tanto, que decidimos buscar la dichosa hermandad de los Gitanos, porque no podía ser que por segunda vez dejara Sevilla sin encontrarla.
La verdad es que es una cofradía por la que no siento ninguna simpatía, entre lo que costó encontrarla y el peloteo que siempre han tenido con la duquesa de Alba, me rechina mucho.
Al final, después de muchas vueltas, Vimbrio se quedó en el coche y yo, con el gps del móvil, me lancé a la búsqueda y por fin di con ella. Es complicado principalmente porque la calle no tiene el nombre colocado a la entrada, pero lo conseguí. Ya de paso vi dónde está enterrada la duquesa de Alba.
Con un detallito para mi hermana, salimos ya camino de Málaga, después de 4 intensos días en los que hemos visto y disfrutado de muchísimas cosas bonitas.
¡Qué me gusta un viaje, a pesar del cansancio y el dolor de pies y qué alegría haber dado con alguien que es igualito que yo, en ese aspecto!
Por cierto, hay epílogo, pero eso, mañana
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