El desayuno en el sitio de Kileakin no fue tan bueno y abundante como prometía la cena del día anterior y el café... bueno "café" más bien. No había azúcar así que me lo tomé igual y seguía sin saber a nada.
En Málaga me pido siempre una nube porque, como me pida algo más fuerte, ya no duermo y en Reino Unido e Irlanda (en Londres me pasó igual) por mucho "café" que eche nunca me sabe a nada!
Bueno, pues continúo.
Salimos de la isla de Skye y ese día teníamos pensado ir más tranquilamente, no pegarnos 4 horas de coche y, así, andar más.
Por ejemplo, pasamos por el parque de Lochalsh y allá que nos paramos. Al comienzo parecía un parque natural, luego nos dimos cuenta que era más un jardín botánico, sea como fuere, precioso con sus vistas al lago. Hay gente viviendo en ese parque y encontramos unos jardines divinos.
Seguimos hacia adelante en el coche y nos encontramos con un paraje entre montañas espectacular. También paramos, por supuesto. Hacía mucho frío, pero el sitio era para disfrutarlo con o sin frío: un lago, rodeado de vegetación y las montañas.
El camino subía hacia las montañas. Eso era lo malo, que había mucha carretera de montaña y, aunque están muy bien asfaltadas y cuidadas, ya me tenían un poco harta, pero, eso sí, los paisajes eran de los que te cortan la respiración. En ese tramo no pudimos parar mucho y además se nos echaba la hora encima, no habíamos comprado bocatas para el almuerzo y temíamos que cerraran las cocinas en Fort William, que era el lugar donde pensábamos ir a comer.
Antes de llegar a Fort William (que aparte del frío húmedo, no tiene nada para ser destacado) paramos en una bosquecillo que daba a un río justo antes de entrar al pueblo.
Oh qué sitio tan mágico! Silencio, quietud, oscuridad en algunas partes por lo tupido... de cuento!
Comimos en un sitio, que a primera vista parecía cutre pero se comía bien y salimos escopetados hacia Oban.
Llegamos sin más paradas porque ya notábamos el cansancio de tantos días de madrugones, caminatas para arriba y para abajo y horas y horas de estar en la calle, así que en el momento que llegamos al hotel (de nuevo habitación muy bonita con vistas a la bahía) hicimos algo que, durante toda la luna de miel, ni se nos había ocurrido: dormir una siesta!!!
Aaaahhh! sentó de maravilla!
A la hora más o menos, nos levantamos de la cama y, con fuerzas renovadas, nos fuimos a visitar Oban, que, por cierto, es muy linda.
Es un pueblo marinero la mar de bonito y, curiosamente, no hace tanto frío como, por ejemplo en Fort William. De hecho yo iba muy bien, incluso, luego por la noche, cuando regresamos al hotel, seguía sin tener frío alguno.
Ese día fue en plan relajado, también es necesario cuando se hace un viaje tan largo, pero ay! ya nos dábamos cuenta que los días habían pasado y que en un abrir y cerrar de ojos estaríamos de nuevo en Edimburgo, que era el final del camino y eso nos ponía muy tristes!
Aún así, todavía nos quedaban sitios maravillosos por donde pasar, anécdotas divertidas y aventureras y amiguitos que conocer.... Y esa misma noche, una magnífica cena en un sitio super típico con nuestras buenas cervezas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario