Imposible aprovechar más una ciudad en un día, imposible!
Catorce horas recorriéndola, de arriba a abajo, de este a oeste. Hasta cogimos un bus turístico, que no lo hacemos nunca, pero Edimburgo es demasiado espectacular como para que te falte algo por ver, aunque sea de pasada.
Primero fuimos a la Royal Mile, que además de lo monumental y antigua que es, como estaba el festival, tenía una animación como nunca imaginarías en una ciudad de la Gran Bretaña.
En un principio dijimos de entrar en el castillo, pero todo lo que veíamos era tan impresionante que me podían los nervios y quería verlo todo antes de meterme en un sitio concreto, así que no pasamos de la puerta.
Sí entramos en la catedral de san Giles (creo que se llamaba así) que era gratis la entrada (aunque hacer fotos costaba 2 euros) y vale mucho la pena, es preciosa.
Luego estuvimos investigando por los callejones adyacentes, los llamaos closes, que nos tuvo muy entretenidos durante un buen rato. Bajábamos por uno a la parte nueva de la ciudad y volvíamos a subir por el siguiente. Lo que tendría que ser pasar por esos callejones al anochecer antiguamente, con razón hay una ruta gótica que pasa por esos rincones, incitan mucho a la imaginación y a los relatos de miedo. Sobre todo nos gustó the stair´s lady que daba directamente al museo de los escritores que se encuentra en una plazoletita con mucho encanto.
Como llevábamos ya unas pocas horas andando que mejor manera de descansar que sentada en un autobús turístico con el que recorrimos tanto la ciudad antigua como la moderna y así descubrimos que la New Town es impresionante de bonita, con sus avenidas, calles anchas y tiendas preciosas, así que decidimos que después del almuerzo nos dedicaríamos a pasearla.
Como hacía buen tiempo, comimos los bocatas en el césped de los jardines de Princess st., que tenían ambientazo porque la gente tuvo la misma idea que nosotros y el parque estaba llenito de gente y de familias con los niños. Ah! se me olvidó decir que Vimbrio por fin se compró su low wisthle, otra flauta más!
Y cuando hubimos comido y descansado, nos fuimos a la parte nueva, por supuesto entré en Accesorize, en Paperchase y en Cath Kidston que son mis tres tiendas favoritas de ahí arriba y como se acercaban las 5 de la tarde nos fuimos a tomar el té a una tetería super cuqui, que yo había visto desde el autobús.
También, desde el autobús, vimos que había una feria del libro y allí que nos dirigimos y eché el ojo a una edición preciosa que había de los cuentos de Beatrix Potter y que caería al día siguiente.
Volvimos a la parte vieja, estuvimos en su cementerio, conocimos al perrito Bobby, tomamos un par de pintas en un pub irlandés...
Se acercaba ya la hora de la cena (sobre las 7:30 de la tarde) y encontrar una mesa libre era toda una odisea, además ese día estábamos controlando la hora porque queríamos volver a ver la bajada de los gaiteros. Después de entrar y salir de muchos pub de Grassmarket, encontramos una mesa libre casi por casualidad y ese día mi cena fue un fracaso, porque me pedí una patata asada con hagis y no me lo pude comer, qué asco de hagis! menos mal que a Vimbrio le pusieron unas patatas fritas con su plato y algo le eché al estómago.
Cuando Vimbrio hubo cenado nos fuimos a coger buen sitio para ver a los gaiteros. De nuevo me emocioné mucho con su Scotland the brave.
Y ya no había más fuerzas para seguir andando, sólo cortar camino por un close (ahí sí pude notar más el encanto de esos túneles pues no es lo mismo hacerlo a la luz del día que a las 11 de la noche) coger el bus y volver al hotel... hacía 14 horas que habíamos salido camino de una ciudad que embruja!
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