Total, que la expectativa era que iba a ser un día la mar de regular. Pues me equivoqué de cabo a rabo.
A eso de las 11 de la mañana, después de un camino precioso, a pesar de no estar ya en las Tierras Altas, llegamos a Balloch. Un pueblecito sin apenas turismo y, por lo tanto, más auténtico, como descubrimos esa noche.
Vimbrio sabía que había unos parques naturales por esa zona que eran dignos de ver, así que nada más soltar las maletas, compramos unos bocatas y nos dirigimos hacia el parque natural del lago Lomond.
Primero fuimos a Balhama (creo que se llamaba así) e iniciamos una rutita que, no por ser suave, le faltaba belleza.
Íbamos andando, haciendo fotos, disfrutando del paisaje, a mí ya se me iba pasando el mal cuerpo y llegó la hora de comer. Nos apartamos del sendero y sacamos nuestros bocadillos. No llevábamos ni 2 minutos cuando se nos acerca un petirrojo.
Para quien no lo sepa, el petirrojo es un pajarillo que tiene el buche rojo o anaranjado, es pequeñito y gordito. En el Reino Unido es un animal muy respetado, sale en cuentos, leyendas y siempre se le ha considerado el amigo de los jardineros.
Yo le tengo mucha simpatía desde que leí el precioso libro infantil "El jardín secreto".
Pues bien, ahí que estaba el pajarito posado en una rama mirándonos con todo descaro. Vimbrio se le acercó con un pedacito de pan pero salió volando. Volando sí, pero para posarse en otra ramita al lado nuestra y seguir mirándonos super descarado. Cuando se cansaba, volaba de nuevo y se posaba en otro sitio, pero siempre a nuestro alrededor.
Nosotros estábamos encantados con el petirrojo cotilla.
Vimbrio le dejó un trocito de pan sobre el tronco donde habíamos colgado nuestras cosas y poquito a poco se acercó y se puso a comer con nosotros.
Fue un momento precioso, yo me emocioné porque soy muy tonta para estas cosas, qué le voy a hacer!
Estaba comiendo el petirrojo cuando vino otro y ya se fueron los dos, pero desde ese momento pongo al petirrojo por encima de las golondrinas en cuanto a mi pájaro favorito. Ese animalito me alegró el día, y cada vez que se me venían pensamientos tristes me acordaba de él y se me pasaban.
Después de esa ruta, que, por cierto, tiene un final precioso con el lago, fuimos a otra que se llama Cashel (de este nombre sí me acuerdo bien). Ahí estuvimos poco tiempo porque comenzó a llovernos y, como aún queríamos hacer más rutas, no nos arriesgamos a que se nos mojaran los pies, además, Vimbrio me confesó después que estaba prohibido pasar por allí porque estaban haciendo unos arreglos o algo así.
A pesar de estar poco tiempo el sitio es magnífico y se nota que apenas va gente por allí porque el sendero estaba cubierto de hierba bastante alta.
Y, por ultimo, nos recomendaron otro lugar que se llamaba algo así como Salisach o parecido. Era un camping al pie del lago y tenía varias rutas con distintos colores.
Miramos el mapa para ver qué camino debíamos seguir, pero de estas veces que miras algo sin prestarle verdadera atención porque a nuestra derecha había un puentecito encantador y varios petirrojos haciendo de las suyas y comenzamos a seguirlos sin más.
Ésta ha sido la mejor ruta con diferencia, porque el paisaje era el más agreste, se nota que pasa poca gente por ahí. La vegetación es desbordante y también la primera cuesta que tuvimos que subir, que por poco suelto los higadillos, hace pensar que no es un sitio especialmente turístico, pero una vez subida sólo quedaba disfrutar.
Oooo! qué sitio más espectacular! Bosque de cuento, de Lothlorien, de lo que se quiera que suene a fantasía e imaginación.
Iban haciendo el camino también un par de parejas a las que íbamos dejando atrás. A mí me llamaba la atención que fueran tan preparadas en plan, zapato de senderismo, bastón, mochilas enormes... el kit completo.
Yo iba con mis tenis y mi cámara de fotos sin más y ambos brincando y riendo a lo Pedro y Heidi en las praderas con las cabritas.
Total, que ahí seguíamos andando y andando... yo pensaba que ya nos faltaba poco para llegar al camping donde teníamos aparcado el coche porque después de haber girado un rato volvía a ver el lago, pero aún así había que continuar caminando un buen rato. Comenzó a llover y no sólo a llover, comenzó a diluviar, que hasta llegó un momento que nos vimos obligados a abrir el paraguas (hemos sido muy reacios, si nos tenía que llover, queríamos mojarnos y anda que ese día nos mojamos y bien). Aún así nos parábamos en cualquier rincón dentro y fuera del sendero que nos llamara la atención porque con la lluvia los colores eran más intensos, más bellos y brillantes. Yo intentaba fotografiar todo mentalmente (ya no podía sacar la cámara con la que estaba cayendo) para no olvidar nunca la magia y el misterio de un bosque así, mirabas a los lados y veías esa oscuridad que ha sido siempre lo que más nos ha llamado la atención, por lo tupido de los árboles y arbustos.
Total, que ni sabía cuánto tiempo llevábamos andando cuando ya dimos con la carretera y pensábamos que era la que conducía al camping. Craso error.
Había un hotelito que no nos sonaba de nada, no sólo eso, Vimbrio me dijo que llevaba un rato pensando que nos habíamos perdido. Entró en la cafetería del hotel y la camarera le dijo que ni siquiera le sonaba el camping donde habíamos dejado el coche (a todo esto ya empezaba a oscurecer un poquito, aunque aún tardaría un par de horas en hacerse de noche). Un chico que le oyó se acercó a Vimbrio y le dijo que habíamos dejado muy atrás el camping y que lo mejor era coger un taxi. Su compañera también le dijo que ya le había extrañado a ella que le hubiésemos adelantado hasta dos veces porque esa ruta era chunga. Os podéis imaginar nuestras caras!!
Entramos a la recepción del hotel para saber exactamente a cuánto estábamos del camping y nos dice el recepcionista que a unas 3 millas. Vimbrio le pregunta si tardaríamos media hora en hacer las 3 millas, el recepcionista se ríe y dice que depende de lo deprisa que vayamos porque 3 millas son 5 kilómetros!!!!
Nuestras caras un poema entre la sorpresa, el chaparrón que llevábamos encima y yo contando mentalmente el dinero que llevaba encima para luego poder pagar al taxista al que íbamos a llamar y que sabe Dios de dónde vendría!!
El recepcionista llamó al taxista con la inmensa fortuna de que estaba en el hotel y nos llevó enseguida a nuestro coche mientras se reía de nuestra aventura. Y encima nos cobró menos dinero de lo que marcaba el taxímetro, osea que un amor de taxista.
Una vez resguardados en nuestro coche nos hartamos de reir y de comer galletas porque no veas si había hambre! Ah! Vimbrio se asomó al mapa de nuevo y empezamos mal desde el principio, todo por culpa del puente bonito y los petirrojos!!
Después de tantas caminatas (todavía no sé cuánto tiempo estuvimos caminando perdidos) de tanta lluvia y cansancio nos fuimos a Balloch. Vimbrio aún tenía ganas de acercarse a su castillo, pero yo le dije que a mí me dejara en el hotel porque estaba calada hasta los huesos y muerta de frío y me apetecía una ducha desesperadamente.
Al final, el castillo, dice que no era para tanto.
Una vez arreglados y sequitos, nos fuimos al pub que había al lado de nuestro hotel porque ponían música en directo.
Después de una magnífica cena, llegaron los músicos.
Los músicos, en realidad, eran 5 ó 6 amigotes de toda la vida que se reunían un día por semana en ese pub a tocar sus canciones que no tenían que ser tradicionales.
Fue estupendo y lo que dije anteriormente, fue auténtico. Vimbrio lo flipaba imaginándose a sí mismo y a sus amigos ya con más de 50 años (había uno que era igualito igualito que Gandalf y ese tenía más de 70 seguro) reuniéndose para tocar un rato y cantar.
Se notaba que ya había mucha confianza con los dueños del pub porque se movían por la barra y la cocina como Pedro por su casa. Uno de ellos incluso se acercaba a los pocos que no éramos del pueblo para saber de nosotros.
En fin, lo que empezó siendo un día tristón y sin muchas expectativas, se convirtió en uno de los mejores de toda la luna de miel.
Al día siguiente regresaríamos por última vez a Edimburgo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario