Nos dirigimos directamente al monumento de William Wallace. Para acceder a la torre hay un bosque y dos rutas: la corta y la larga, ni que decir tiene que cogimos la larga: era nuestro primer contacto con la naturaleza escocesa y no nos defraudó.
Después de un paseo precioso, en el que nos entretuvimos bastante haciendo fotos por todas partes, llegamos a la preciosa torre. No había mucha gente así que pudimos subir la angosta escalera de caracol sin mucho problema.
Cada cierto número de de escalones hay unas habitaciones donde se cuenta la historia de William Wallace y también hay una sala dedicada a personalidades escocesas como sir Walter Scott o el poeta Robert Burn. También está la espada de Wallace que es tan alta como una persona adulta, impresionante.
Seguimos subiendo a pesar de aire tremendo que hacía y que se colaba por los ventanucos, pero en comparación con la parte de arriba era una brisilla. Madre mía! daba miedo separarse de la pared para asomarse, yo pensaba que me llevaba la ventolera, pero las vistas son magníficas. De hecho, se ve la isleta en la que se produjo la batalla que aparece en la película Braveheart y que representa la primera victoria de Wallace sobre los ingleses.
Después regresamos a Perth a comernos el bocadillo al lado del río que pasa por la ciudad y seguimos nuestro día hacia el lugar más mágico de toda la luna de miel: Stoneheaven
¡Qué preciosidad!
El castillo en ruinas encima del acantilado. Por cierto que es el castillo donde Wallace quemó a un centenar de soldado ingleses encerrándolos en la capilla.
Las vistas son bellas hasta decir basta. Hacía un viento que daba miedo, pero merece la pena.
Una vez estuvimos dando vueltas por esa zona bajamos a la playa que había a los pies del castillo. Y ahí tuve de esos momentos en los que estás en silencio tanto por fuera como por dentro, sólo disfrutando del sonido del mar, las gaviotas y mis pasos por las rocas.
Vimbrio se bañó en el agua, por supuesto.
Nos llovió también y vi algo que nunca antes había visto: un arco iris perfecto, es decir, el arco perfecto con su principio y su final que daba al agua.
Fue uno de los momentos más mágicos de toda mi vida.
No sé siquiera cuánto tiempo estuvimos allí, pero quedé hondamente impresionada y emocionada por el lugar y por el silencio (hasta que llegaron unos italianos dando voces)
Al día siguiente, entraríamos en las Highlands... la magia de Escocia nos atraparía para no soltarnos más!
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