Ese día viví la prueba física más dura de mi vida. Realmente, no estaba preparada para lo que me esperaba porque, para más inri, Kike me había dicho que él no la recordaba tan fuerte (anda que ya le vale)
Salimos de Villafranca de noche y con linternas. Salir de noche tiene sus ventajas, pero a mí no me termina de gustar porque si hay un paisaje bonito no lo ves.
Antes del desayuno creí que lo pasaría fatal, no llevábamos caminando ni una hora y me sentía agotada y con las piernas muy pesadas, pero, al parar a desayunar en Trabadelo (entrada al pueblo absolutamente espectacular con ese bosque), me repuse muchísimo y cogí un ritmo que a Kike lo llevaba con la lengua fuera.
El camino fue una maravilla desde entonces: Vega de Valcarce, Las Herrerías, Ruitelán... pueblos la mar de bonitos, con casas adornadas de flores por todas partes, bosques, valles... todo de un verde precioso y el sonido del río, una delicia.
Lo malo comenzó al finalizar Las Herrerías. Comenzaba una ascensión de mil pares de narices, horrible. Lo único que podía hacer era concentrarme y no mirar buscando el final. En esos momentos Kike no me podía hablar, estaba muy metida en mi mundo y es que las subidas me vencen a nivel mental.
Lo bueno del primer ascenso fue el paisaje, parecía que estabas en Lothlorien. También fue estupendo la gente que iba subiendo con nosotros, sobre todo un grupo de chicos catalanes que venían con dos mujeres, todos ellos simpatiquísimos, amables... un gusto.
De todos modos y, a pesar de tanta belleza de paisaje y amabilidad peregrina, juré que no volvería a hacer la etapa de O Cebreiro nunca más.
Conseguí llegar al pueblo de La Faba muy contenta porque, supuestamente, habíamos superado lo más duro de la etapa... Ja! ingenua!!
La familia catalana se quedó en ese albergue, que se veía muy bonito, pero nosotros, animados por lo que habíamos conseguido, porque teníamos reserva en el albergue siguiente y porque nos dijeron que eran 2 kilómetros, continuamos con la esperanza de que en una hora, como mucho, estaríamos descansando.
Ahí comenzó realmente la prueba.
Eran más de las 12, llevábamos ya encima 7 horas caminando, el camino se estrechaba y disponía de poca sombra. La subida fue lenta, agotadora y dolorosa. Kike se quedaba atrás porque le habían salido ampollas por todo el pie.
En una parada para que medio se arreglara los pies, llegaron un montón de vacas que me pusieron de los nervios: Camino estrecho + Kike sentado + 12 ó 13 vacas!!!! Menos mal que las vacas pasaron tranquilamente y nos dejaron en paz, pero se me hizo eterno.
Seguimos hacia adelante (qué otra cosa podíamos hacer, estábamos en mitad de ninguna parte). El camino nunca acababa. Laguna no aparecía detrás de ningún recodo. Fue agobiante.
Yo no hacía más que pensar en la tarde que organizamos la ruta a seguir. Yo quería empezar en Sarriá porque era lo mínimo indispensable para que te dieran la compostelana, pero Kike me animó para empezarla desde Ponferrada al menos.
¡¡Maldita la hora en la que le hice caso!! ¡¡Qué necesidad tenía yo de sufrir tanto!!
Total, que la ascensión no terminaba y la impotencia llegaba ya a niveles máximos al igual que el cansancio, sin darme cuenta empecé a llorar de rabia y en esos momentos sí que me molestaba que Kike me hablase, lo veía como al culpable de todo.
Afortunadamente llegamos al albergue. Era muy bonito y limpio, pequeñito y acogedor. El techo de la habitación era abuhardillado y las camas no están pegadas como sardinas (cosa que nos dijeron que podía ocurrir en O Cebreiro).
Una vez bien comidos, duchados y descansados, nos sentamos al fresquito en la puerta. Se escuchaban truenos en la lejanía pero allí todo era calma. Conocimos a Migue y Eva y también a Alfonso y Esperanza. Pasamos una tarde estupenda hablando, riendo, comentando las incidencias de la etapa y planeando las siguientes. Fue estupendo!
Mañana comenzaríamos con lo que era el final de esta etapa: la subida a O Cebreiro. Se suponía que la etapa no sería tan dura y yo rezaba porque así fuese porque tenía agujetas en las agujetas y la rodilla izquierda me pegaba bocados.
A pesar de todo lo sufrido, es cierto que cuando llegas al albergue te sientes muy orgullosa de haber superado los dolores y la desesperación. Es una prueba que has superado y te das cuenta de tu fortaleza. La verdad es que es un sentimiento genial!
Mujer, te habrías pedido algo precioso. El camino era una vieja calzada y el paisaje era de infarto. Disfruté esa parte mucho subiendo a toda leche picado con otro peregrino musculitos. Gané yo jojojo. ¡Sin sufrimiento el Camino no mola! Yo me hice Villafranca - Cebreiro :P
ResponderEliminarNuestra idea era esa, pero nos recomendaron que no nos quedásemos en el albergue de Cebreiro porque por lo visto siempre hay aglomeración. En el que nos quedamos fue super tranquilo y bastante bonito
ResponderEliminarNo había tanta aglomeración y el paiseja era.... Un mar de nubes, montañas, casas de cuento... buah, en serio, me encantó.
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