La etapa podía haber sido coser y cantar si mi rodilla y los pies de Kike nos hubieran dejado, pero no! Había dos tramos chungos de subida: la entrada a O Cebreiro y la Cuesta del Poio.
La primera la hicimos recién levantados, aún entumecidos, pero bien, sólo de pensar en tener que haber subido eso el día anterior se me ponían los pelos como escarpias.
La segunda, más o menos a la mitad del recorrido, ha sido dura, pero yo no sabía que era la del Poio y Kike no me lo dijo para darme la sorpresa una vez que estuviese arriba. Ni que decir tiene el tremendísimo alivio que sentí, porque ya estaba yo amargada pensando que si esa cuesta no era la del Poio, Dios mío cómo sería de chunga!!!
Por cierto, que allí me encontré el bar más estratégicamente colocado de todos los que he visto en mi vida: subes a la cima con la lengua fuera y te encuentras el bar con la terracita. No hay peregrino que no entre a tomar algo!
En O Cebreiro entramos oficialmente en Galicia, pero no había ningún indicador y nos llevamos una decepción por no poder hacernos una foto.
El paisaje fue espectacular casi todo el tiempo, sobre todo, me gustó la subida al Alto de san Roque (patrón de los peregrinos), todo intensamente verde y fresco.
Lo malo, vuelvo a decir, que han sido las lesiones que llevamos arrastrando y que han hecho del final de la etapa algo interminable. Bueno las lesiones y los kilómetros gallegos, porque no creáis que los kilómetros en Galicia funcionan igual que en el resto de España, NOOO!!!
Preguntamos a dos hombres que estaban trabajando en el campo: "¿Cuánto queda para Triacastela? -Nada, son 3 km"
Una hora andando y ni asomo del pueblo por ningún lado
Preguntamos a un hombre que nos encontramos por el camino: "¿Cuánto queda para Triacastela? -Muy poco, sólo quedan 3 km" (!!!!!!!!!)
Al fin, llegamos, exhaustos, a Triacastela. La entrada al pueblo es preciosa porque tienes que atravesar un bosque de cuento. El albergue en el que teníamos reserva era Complejo Xacobeo, el mas bonito de los 3 en los que habíamos estado.
Para la etapa siguiente nos dijeron que el paisaje seguía siendo una preciosidad, sólo había que esperar para que tanto mi rodilla como las ampollas de Kike nos dieran un respiro.
Ese día ya empecé a sentir un fuerte deseo por llegar a Santiago. El Camino era toda una experiencia, pero mucho más duro de lo que yo había imaginado y había imaginado mucho.
Aún así, estaba muy contenta de seguir adelante y de vivir esto una vez en mi vida.
Posdata: ese día abandoné definitivamente el saco de dormir.
Sí hay un mojón que te indica que entras en Galicia. Estabas demasiado ocupada sufriendo, pobres míos.
ResponderEliminarJoooo no me digas!!! pues no la vimos :_(
ResponderEliminarBueno, otra razón más para repetir