Ese día era mi santo y por esa zona la virgen del Carmen tiene mucha devoción.
La etapa había sido algo chunga porque, después del desayuno (muy celebrado ya que pasaron al menos 3 horas desde la salida del albergue hasta que encontramos un sitio para desayunar) se me puso una bola de mucosidad o flema en la garganta y pasé mucho tiempo con fatiga y ganas de vomitar. Lo que me ayudó a echarlo todo fue una cuesta del copón que me hizo echar los higadillos, literalmente, pero ya no pude ir bien porque, con los esfuerzos, comencé a sudar exageradamente y me quedé muy floja.
Así que la etapa se me hizo muy larga aunque, en realidad, no era tan complicada como creíamos y, además, habíamos recortado muchos kilómetros gracias a nuestro método de ir adelantando de las etapas siguientes.
El albergue de Ribadiso está justo al lado del río Iso, con un puente romano, el cual, según los escritos que se conservan, es el más antiguo de Galicia.
Es muy bonito y tranquilo y llegar de la caminata y poder remojar los pies en el agua helada es una gozada.
La gracia del día vino relacionada con la comida.
Nos dijeron el día anterior que el albergue tenía cocina pero sin menaje y quiero recordar que yo llevaba desde Portomarín un paquete de espaguetis y un cartón de tomate frito (Migue llevaba el otro). Habíamos decidido comprar algo en Melide, pero llegamos tan temprano al pueblo que sólo pudimos comprar pan. Así que nos encontramos en Ribadiso con todos los avíos para un buen plato de pasta, pero sin posibilidad de cocinarlo.
Afortunadamente, unos peregrinos tenían una olla y nos la dejaron a cambio de uno de los botes de tomate (por cierto que el Camino parece que castiga la falta de generosidad. Esos mismos peregrinos tenían un colador y, sabiendo que íbamos a hacer pasta, no nos lo dejaron. Luego, cuando les tocó el turno a ellos de cocinar, se les rompió la hornilla y hasta bien entrada la tarde no empezó a funcionar, prácticamente cenaron más que almorzar).
En la olla cocinamos los espaguetis y, como no teníamos colador, a Eva se le ocurrió coger una de sus bolsas de congelador y yo, con un tenedor, le hice los boquetes. Luego en la misma olla, Kike preparó un sofrito con una cebolla que aún guardábamos y ahí mismo nos comimos nuestros espaguetis con tomate. Desde luego la necesidad es la madre de la inventiva!!
Qué mal me parece las cocinas sin menaje. No es el único albergue que está así. La verdad es que conforme te vas acercando a Santiago te vas dando cuenta del negocio que es esto. Una pena, en las etapas más alejadas sí vives un peregrinaje más auténtico.
En las zonas cercanas se convierte casi en un parque temático y buscan sacar dinero por todas partes y es injusto. Hacemos un peregrinaje y lo hacemos con su sentido de humildad incluido. Quien quiera comer en bares o de menú que lo haga, pero debe existir una opción decente para quien no quiera o no pueda.
La tarde pasó como todas las demás. Absoluta tranquilidad, sentados a la orilla del río, mirando las libélulas azules jugar. Una delicia.
El albergue de Ribadiso fue nuestro último albergue bueno, pero ya daba igual, estábamos a menos de 40 kilómetros de Santiago!!!
Todo el Camino es pura comercialidad, de cabo a rabo. El auténtico espíritu reside en los peregrinos, pero el resto es un negocio sin más.
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